Cordillera del Himalaya
La cordillera del Himalaya, o de los Himalayas, es la cordillera más alta de la Tierra, y contiene a los picos más altos del mundo. Su ubicación abarca el centro-sur de Asia. Incluye el Everest y el K2, así como otras montañas menores y varios glaciares. Hogar de algunas de las formaciones más espectaculares del planeta, el Himalaya se extiende a lo largo de miles de kilómetros del Tíbet y parte de Asia central, a través de 5 países: Nepal, India, Bután, China y Pakistán.
Su nombre procede del sánscrito Himā-laya, que significa “morada de nieve”; es una palabra compuesta por himá, que significa “nieve”, “invierno” o “helado”; y ā-laya, “morada”. Puede sorprender que, pese a su tamaño, se trata de uno de los sistemas montañosos geológicamente más jóvenes del mundo. La cordillera del Himalaya es el tercer depósito de hielo y nieve del planeta, solo superada por el Ártico y la Antártida.
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En este post te mostramos 3 lugares de este enigmático lugar, que no puedes dejar de visitar.
Bután: El Reino de la felicidad
Es un país del sur de Asia sin salida al mar. Limita al norte con la República Popular China y al sur con la India. Se trata de una nación regida por una monarquía constitucional, cuyos órganos y sede de gobierno se hallan en la capital, Timbu.
El Reino de Bután alberga hermosos paisajes montañosos, bosques y selvas exuberantes, que se unen a una impresionante riqueza de templos budistas. Además, es uno de los países más felices del mundo, que conserva intacta su cultura y tradición y ofrece una amplia variedad de actividades, como trekking, rafting, kayak y rutas en bicicleta, en un entorno inolvidable y con lugares poco explorados.
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Es difícil hablar de ese pequeño reino sin sonreír. Es un lugar diferente a cualquier otro, escondido en las montañas del Himalaya, entre India y China. Te ves rodeado de verdes colinas, picos nevados, monasterios colgados de acantilados y un aire que te llena de paz.
La historia de Bután es como su paisaje: serena, pero llena de profundidad. Desde siempre, este país ha sido un refugio de espiritualidad. Los primeros habitantes, dicen, vivieron en cuevas y practicaban formas antiguas de espiritualidad, incluso antes de que llegara el budismo. Luego, en el siglo VII, el budismo empezó a echar raíces aquí, traído por monjes y santos que veían en estas montañas un lugar perfecto para meditar y alcanzar la iluminación.
Pero fue en el siglo VIII cuando todo cambió. Llegó un hombre llamado Guru Padmasambhava, conocido como el “Segundo Buda”. Él no solo difundió el budismo en todo Bután, sino que también se enfrentó, según las leyendas, a los demonios y espíritus que habitaban los valles. Todavía puedes sentir su energía si visitas lugares como el Monasterio del Nido del Tigre (Taktsang), construido en un acantilado a miles de metros de altura.
Lo curioso de Bután es cómo siempre han sabido mantenerse apartados del mundo exterior. Mientras otras naciones se sumergían en guerras y colonizaciones, Bután seguía siendo un reino tranquilo, gobernado por reyes y líderes religiosos que combinaban la política con la espiritualidad. En el siglo XVII, un hombre llamado Zhabdrung Ngawang Namgyal unificó el país y creó el sistema de dzongs (fortalezas-monasterio) que aún ves por todo el país. Él es como el padre de la nación.
Luego, en 1907, Bután se convirtió oficialmente en una monarquía. Pero, a diferencia de otros lugares, aquí los reyes siempre han sido algo especial. No gobiernan desde el poder, sino desde la cercanía con su gente. Incluso en 2008, el cuarto rey, Jigme Singye Wangchuck, decidió que Bután debía convertirse en una democracia, cediendo parte de su autoridad al pueblo. Pero aquí es donde viene lo mejor: en lugar de medir el éxito con el PIB, Bután mide su Felicidad Nacional Bruta, un país que pone la felicidad por encima del dinero.
Y la gente… ¡Qué decir! Son cálidos, sonrientes y profundamente conectados con su cultura. Cada casa, cada bandera de oración, cada festival lleno de danzas y colores refleja un amor profundo por sus tradiciones. Caminando por sus senderos, respirando el aire fresco de los Himalayas, sientes como si el tiempo se hubiera detenido, como si Bután te recordara lo que realmente importa en la vida: la conexión, la paz y la alegría simple.
Annapurna: La belleza en las nieves
El Annapurna es uno de los macizos montañosos más destacados del Himalaya. Un macizo montañoso situado en el centro de la cordillera del Himalaya, ubicado en el norte de Nepal, que culmina en Annapurna I, con 8.091 m de altitud, siendo la décima montaña más alta de la Tierra y posiblemente, a pesar de su “baja” altitud en comparación con otros picos del Himalaya, la más difícil de escalar, junto con el K2 y el Nanga Parbat. Además, el macizo incluye otros picos destacados como el Annapurna II (7,937 m), Annapurna III (7,555 m), y Annapurna IV (7,525 m).
Annapurna significa en sánscrito “diosa de las cosechas” o “diosa de la abundancia”. En el hinduismo, Annapurna es el nombre de la diosa de la comida y la cocina.
El Annapurna I es conocido como una de las montañas más peligrosas para escalar debido a sus condiciones climáticas impredecibles, riesgos de avalanchas y su terreno técnico. Su tasa de mortalidad histórica ha sido muy alta, aunque ha disminuido con los avances en técnicas de escalada y rescate.
Fue escalado por primera vez el 3 de junio de 1950 por una expedición francesa liderada por Maurice Herzog y Louis Lachenal. Fue la primera montaña de más de 8,000 metros en ser escalada por el ser humano, marcando un hito en la historia del montañismo.
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El área que rodea al macizo es también famosa por sus paisajes espectaculares, que combinan picos nevados, valles profundos, ríos y bosques.
Circuito del Annapurna:
Es una de las rutas de senderismo más famosas del mundo. Este recorrido de varias semanas atraviesa pueblos tradicionales, bosques, y desiertos de gran altitud, ofreciendo vistas impresionantes del Himalaya.
Santuario del Annapurna:
Una caminata más corta que lleva a un anfiteatro natural rodeado de montañas, incluido el Annapurna I.
Biodiversidad:
El área forma parte de la Reserva del Annapurna, el área de conservación más grande de Nepal, hogar de una rica biodiversidad, incluyendo leopardos de las nieves, osos negros del Himalaya y una variedad de aves.
El Annapurna sigue siendo un símbolo tanto de desafío extremo para los montañistas como de belleza serena y espiritual para los visitantes.
Tíbet: El techo del mundo
Es una región situada en la meseta tibetana, en Asia, al noreste del Himalaya. Es la patria del pueblo tibetano, así como algunos otros grupos étnicos como los pueblos monba, qiang y lhoba y ahora también está habitada por un número considerable de otras etnias chinas. El Tíbet es la región más alta de la Tierra, con una altitud media de 4.900 metros.
El Tíbet, el techo del mundo y uno de los lugares más vírgenes del planeta hasta hace pocas décadas, es el escenario de un intenso programa de desarrollo por parte de las autoridades chinas, que pretenden convertir a la región en un polo de atracción turística.
Líneas de ferrocarril, autopistas y bloques de viviendas se expanden a ritmo frenético por las otrora recónditas ciudades tibetanas, especialmente en la capital Lhasa, donde históricos santuarios como el palacio de Potala o el templo de Jokhang conviven con modernos todoterreno, antenas de telefonía móvil o bloques de edificios de inspiración socialista.
Todo empieza hace miles de años en el Himalaya. Dicen que los primeros tibetanos descendieron de la unión de una diosa y un mono, algo que refleja su conexión mística con la naturaleza y los dioses. Con el tiempo, se fueron organizando en clanes y pequeños reinos. Pero no fue hasta el siglo VII que el Tíbet se unificó bajo un rey llamado Songtsen Gampo, un personaje clave. Él no solo consolidó el territorio, sino que también introdujo el budismo al Tíbet, algo que cambiaría el alma del país para siempre.
El budismo tibetano no es solo una religión, es como el corazón que late en cada aspecto de su cultura. Los monasterios, los lamas y las enseñanzas de compasión y sabiduría comenzaron a definir quiénes eran los tibetanos. Imagínate miles de monjes con túnicas rojas y amarillas, cantando mantras en las alturas, rodeados de banderas de oración que ondean al viento. Es mágico, ¿no?
Pero no todo fue paz. En diferentes momentos de la historia, el Tíbet estuvo bajo la influencia de potencias vecinas como China o Mongolia. Hubo emperadores y guerreros que intentaron controlar este rincón sagrado del mundo. Sin embargo, el Tíbet siempre tuvo esta esencia única, esta capacidad de resistir y mantener su identidad.
En el siglo XX, las cosas se complicaron más. En 1950, China ocupó el Tíbet, diciendo que era parte de su territorio. Esto trajo conflictos, destrucción de monasterios y cambios drásticos en la vida tibetana. El Dalai Lama, el líder espiritual del Tíbet, tuvo que huir en 1959 y buscar refugio en la India. Desde entonces, los tibetanos han luchado por preservar su cultura y mantener viva su voz, incluso en el exilio.
El Tíbet es una historia de espiritualidad, resistencia y belleza. Es como un recordatorio de lo que significa vivir en armonía con el mundo, incluso cuando las tormentas golpean fuerte. Si estuvieras allí, sentirías algo especial: un silencio profundo que parece venir directamente de las montañas y los cielos azules. Una conexión con algo más grande que nosotros mismos.
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