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Ubud

Tíbet | The Spanish Traveler #5

The Spanish Traveler en el Tíbet

Nos adentramos en este espectacular territorio, una de las naciones más remotas del mundo y la región más alta de la Tierra.

Situada sobre la ladera norte del Himalaya, es una de las naciones más remotas del mundo y la región más alta de la Tierra, con una altitud media de 4.900 metros, teniendo algunas de las montañas más altas del mundo, con varias de ellas entre las diez primeras, incluido el Everest, que con 8.848 metros, es la montaña más alta del planeta.

Historia

Desde muchos siglos atrás mantuvo intermitentemente su independencia. Un Tibet milenario en cultura, pero únicamente independiente desde 1912 a 1951. Al triunfar las armas maoístas sobre la República de Chiang Kai Check, la tropas comunistas chinas no tardaron a principios de los años 50 en ocupar el lugar destruyendo monasterios, asesinando monjes y aplastando seculares costumbres para redimir al pueblo de lo que llamaron un feroz feudalismo monacal, implantando el sistema comunista y la reforma agraria, creando un conflicto enquistado durante más de medio siglo. El Dalai Lama, la máxima autoridad tibetana, se exilio a la India donde se convirtió en el principal centro de oposición a China y en el líder del budismo.

Durante los años sesenta y desde el establecimiento de la Región Autónoma del Tíbet, el Gobierno chino llevó a cabo un reasentamiento de población china a gran escala para ‘colonizar’ el Tíbet y prosiguió con leyes que cambiaron la tradición tibetana, como la introducción de la educación secular.

En la década de la Revolución Cultural china (1966-1976), sufrió serios daños en su patrimonio cultural y en su herencia budista. Miles de templos, monasterios y bienes culturales tibetanos fueron destruidos, y varios monjes fueron asesinados. Para Pekín, la soberanía china del Tíbet no es negociable. Sin embargo, aun teniendo una posición tan firme al respecto, puede haber progreso en el proceso de paz en la medida que China está dispuesta a discutir el grado de autonomía cultural y religiosa de la región, así como las condiciones del regreso del Dalai Lama.

El Tíbet es como un mundo aparte, en serio. Es un lugar donde las montañas son tan altas que parece que tocan el cielo, y todo tiene una vibra que te hace sentir pequeño pero al mismo tiempo conectado con algo más grande. La capital, Lhasa, es como el corazón de todo. El Potala, el palacio del Dalai Lama, es increíble, parece salido de un sueño. Subir ahí es casi como una meditación en sí misma.

La gente del Tíbet tiene una paz y una serenidad que se siente. Caminan con sus rosarios en la mano, girando los molinos de oración, y repiten mantras como si todo su día fuera una especie de oración. Son muy amables, aunque puede que al principio parezcan un poco reservados.

Y luego está el paisaje. ¡Uf! Esas montañas nevadas y los lagos turquesa que parecen espejos. Hay algo mágico en cómo el aire frío te pega en la cara mientras caminas por esos caminos altos y estrechos, a menudo flanqueados por banderas de oración ondeando en el viento. Cada vez que el viento las mueve, se supone que las oraciones se envían al cielo. Es algo muy especial.

La comida es sencilla pero reconfortante: un montón de té con mantequilla de yak, que puede sonar raro pero te ayuda a combatir el frío, y las momos, que son una especie de empanaditas rellenas que están buenísimas.

Ir al Tíbet es más que un viaje; es como una introspección, porque ese silencio de las montañas y la espiritualidad de la gente te hacen mirar hacia adentro. Es uno de esos lugares que no solo ves, sino que sientes.

Ver serie The Spanish Traveler

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